Ahí estabas, azul, casí transparente: frio, gélido, helado. Tropezabas junto a un cúmulo de articulería, superchería y chuchería pal sex.
Ahí estabas. Brillabas y entre todo, de pronto supe que eras para mí. Ignoraba tu nombre en francés, inglés o italiano pero eras para mí.
Atiné de pronto a preguntarle al señor asiático que te guardaba, y solo me dijo:
¡No incluye baterias. Son 23 euros¡
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